El cielo asturiano ha amanecido esta mañana con un tono más rojizo del habitual, una situación que se percibe especialmente en la zona sur de la comunidad autónoma. La razón es la calima, el fenómeno atmosférico que se produce por la presencia de polvo sahariano en suspensión. Estos días, una inusual nube de partículas en suspensión recorre la península. Durante el día de ayer, ocasionó espectaculares imágenes en el sur de España, con atmósferas enrojecidas que recordaban la del planeta marciano.
La explicación está en la presencia de ese polvo en suspensión. La calima, que da lugar a atmósferas más opacas, con visibilidad reducida y cielos coloreados, puede producirse por la presencia de polvo, pero también de humo. Así, el aumento de incendios forestales puede dar lugar a situaciones como la que vivió Asturias el 16 de octubre de 2017, que se recuerda en la región como “el día que no amaneció”. En aquella circunstancia, la gran proliferación de incendios forestales en el Occidente ocasionó una elevada presencia de humo en la atmósfera. Al día siguiente, la opacidad por estas partículas en suspensión más el cambio ocasionado por estas en la dispersión habitual de la luz en el cielo causaron una jornada teñida de tonos anaranjados.
El tono anaranjado o rojizo se debe a la amplificación de los fenómenos de dispersión de la luz del sol que ocasionan que, en condiciones normales, veamos el cielo de color azul y este se tiña de rojo en el atardecer y el amanecer. La luz que llega del Sol lo hace con todos los colores, que corresponden a distintas longitudes de onda. Si no tuviéramos atmósfera únicamente veríamos el disco solar, y el resto de la cúpula celeste permanecería oscura, tal y como se aprecia en las imágenes tomadas desde el espacio. Pero la atmósfera está formada por pequeñas partículas de gas, además de moléculas de vapor de agua. Cuando la luz choca con esas partículas les transmite energía, y estas vibran y la dispersan en todas las direcciones. Eso explica que durante el día veamos iluminado el conjunto del cielo.
En concentraciones superiores a los 40 microgramos por metro cúbico se considera que el polvo puede causar problemas respiratorios en especial para las personas asmáticas, e irritación en las mucosas, con tos, obstrucción nasal o resquemor en los ojos. Hoy se espera que en algunas zonas muy afectadas la concentración llegue a los 300 microgramos por metro cúbico, es decir, casi ocho veces más de lo que se considera preocupante. En esos casos se recomienda permanecer en los domicilios y no realizar actividades al aire libre.