Almudena González ha tenido que apagar la parrilla. Tampoco hará sus corderos a la estaca. No tiene quien se siente a la mesa. Es la propietaria del Chigre de Xuaquina, uno de los dos bares que hay en La Nueva, en Langreo, y de la noche a la mañana ha visto como su local se vaciaba. La culpa la tiene el argayo que desde el jueves corta la carretera que desde Ciaño recorre el valle de Samuño. La hostelera ha visto cómo le anulaban reservas y como su fiesta de Nochevieja será solo para los del pueblo, no podrá contar con los clientes de Ciaño, Sama o La Felguera, y menos aún con los turistas que los fines de semana llenaban su restaurante atraídos por el Ecomuseo del Valle de Samuño, cerrado también a causa del corrimiento de una escombrera de Hunosa que ha cerrado la carretera LA-7.

Cierto que hay alternativas para llegar a La Nueva, pero el recorrido que antes era de 3,5 kilómetros y se hacía en seis minutos por una cómoda carretera, se ha convertido ahora en un trayecto de 13,3 kilómetros que se tardan en hacer no menos de 25 minutos por una vía estrecha, con baches, sombría y con curvas imposibles en la que en muchos tramos no se pueden cruzar dos vehículos sin tener que maniobrar, con el peligro que supone ante la práctica inexistencia de arcenes. Otra opción es ir hasta el alto de Santo Emiliano y luego bajar hasta La Felguera, pero el recorrido se alarga considerablemente, aunque la vía está en mejores condiciones. Así que Almudena González calcula que perderá el 80 por ciento de su facturación. Ya lo ha visto el pasado fin de semana, cuando las llamadas a su restaurante no eran para pedir mesa sino para anular reservas, igual que ella tuvo que anular la actuación musical que tenía previsto para el sábado.

El bar de Almudena era ayer punto de encuentro de vecinos. El ambiente era de “derrotismo”, como lo definió Tomás Hernández, alcalde de barrio de La Nueva. El sentimiento va más allá del corte de la carretera, es más profundo, se sienten “abandonados”. “Tenemos el Ecomuseo, que está muy bien, pero se llama Ecomuseo del Valle de Samuño, así que igual que se restauraron los edificios, deberían haberse preocupado por el entorno, que también es el valle y la carretera”, resume Hernández. “Si hay una inversión en restaurar el legado etnográfico o industrial no se puede abandonar el resto”, insiste.

Los vecinos recuerdan que el desplazamiento de la escombrera que ahora ha cortado la principal vía de acceso a su pueblo no es nada nuevo, ya ocurrió hace 40 años y de aquella, en los años 80, “el Principado invirtió una barbaridad de millones para solucionar el problema”. Al parecer no se logró del todo. Lourdes García, de la directiva de la Asociación de Mujeres de La Nueva, está convencida de que “en cuanto llueva, la escombrera seguirá cayendo, es tierra suelta”. Todos coinciden en que será así, igual que ocurre con otra escombrera del pueblo, que periódicamente se desliza y llega a meterse en las casas. De momento, los escolares del pueblo tienen que ir a clase en vehículos de Protección Civil.

Ese “derrotismo que cunde” del que habla Hernández no impide a los vecinos pedir soluciones urgentes. Saben que en cuanto empieza a llover, a helar o a nevar, la carretera que ahora tienen como vía de escape será prácticamente intransitable. Saben también que la avería es importante y que la solución definitiva que permita reabrir la LA-7 tardará meses en llegar, pero quieren que al menos les abran un paso alternativo. Fernando Tuya dice lo que todos piensan: “Podrían abrir uno de los carriles y poner un semáforo para dar paso alternativo de subida y de bajada”, explica. Maxi, otro de los vecinos de La Nueva, añade otra solución: “Arreglar la pista que va de El Cadavíu a las antiguas oficinas del Pozo Samuño; ya hay parte hecho y así quedaría solucionado el problema”.

Por ahora no han visto ningún movimiento. “Desde el jueves estamos así y no han comenzado a trabajar”, lamentan. Los vecinos están cansados, se sienten abandonados, pero eso no evita que exijan que les abran cuanto antes el acceso a La Nueva. Una de las preocupaciones de los vecinos de La Nueva es cómo van a ir a clase los niños de la localidad, que tienen el colegio en Ciaño. La respuesta llegó ayer a las siete de la mañana. Miembros de Protección Civil se encargaron del transporte de los estudiantes. Un tramo lo hicieron andando y el resto en vehículos de Protección Civil. Eso será así hasta que entre en funcionamiento el tren del Ecomuseo de Samuño que une El Cadavíu con el pozo San Luis, en el centro de La Nueva. Esa es la idea que puso sobre la mesa el pasado domingo la alcaldesa de Langreo, Carmen Arbesú. La propuesta es que hasta que se solucione de manera definitiva el corte de la carretera, los vecinos de la parte alta del valle puedan utilizar el tren turístico para llegar a la estación de origen, la de El Cadavíu, sorteando así el tramo de vía cerrado. Los vecinos entienden que es una solución de emergencia y no la ven con malos ojos, pero piden que una vez que lleguen a El Cadavíu esté esperándoles el autobús para llevarles a Ciaño, Sama o La Felguera. Aún así, los vecinos se encuentran con dificultades. Mari Fernández tiene a una familiar ingresada en el hospital. “Si habilitan el tren turístico del Ecomuseo para que podamos bajar, alguien tendrá que hacer el recorrido en coche para esperarme al otro lado”, explica. En La Nueva esperan que se tomen decisiones rápidas y definitivas que solucionen su aislamiento.