Mieres se enfrenta a una nueva oleada de minas… de perro. Las calles del concejo están convirtiéndose en un campo de batalla donde el enemigo no explota, pero sí deja huella (y no precisamente de forma metafórica). Las cacas inquilinas han vuelto, y con ellas, la desesperación de los vecinos que esquivan obstáculos en cada paso.

El Ayuntamiento, cansado de esta guerra sucia, ha anunciado más vigilancia y sanciones más duras para los dueños que dejen el regalito de sus mascotas en la calle. «Sabemos que es difícil pillarlos con las manos en la masa… o en este caso, en la correa», admiten desde el consistorio, pero insisten en que la única solución es el control policial y, sobre todo, un poquito de civismo.

💰 Si no es por respeto, que sea por el bolsillo
El problema, que parecía haberse reducido, ha resurgido con fuerza. «Cuando no hay multas, la cosa se descontrola», lamentan desde el gobierno local. Porque, aunque muchos dueños cumplen y llevan su botellita de agua y su bolsita, otros siguen creyendo que la acera es el váter público perruno.

👀 Misión imposible: cazar al incívico
El gran reto ahora es atrapar a los infractores. «La gente es lista, no suelta la caca si hay testigos», explican desde Medio Ambiente. Así que la batalla está servida: policías vs. dueños incívicos. ¿Quién ganará? Mientras tanto, si paseas por Mieres, mira bien por dónde pisas.